Guerrar Floridas

Las guerras floridas, sin embargo, era algo diferente. Cuando los sacerdotes decían que el sol y los dioses necesitaban más comida, más sacrificios, dos pueblos aztecas tenían una guerra florida solamente para sostener el sol. En estas guerras, los dos pueblos Aztecas mandarían sus caballeros a un campo sagrado para el batallón. Eran un poco como los torneos de la Edad Media en Europa, pero en esos los dos pueblos robaron al muerto.

Pero morir en las guerras floridas era un honor, también. En la gran Piedra del Sol o Calendario Azteca, a los lados de la cara del sol se ven las dos garras del águila aprisionando corazones humanos, y en la parte trasera del monolito llamado el Teocalli de la Guerra Sagrada, está el águila posada sobre las tunas-corazones producto del tunal divino que es el nopal. Allí mismo el águila muestra en su pico el jeroglifo atl-tlachinolli formado por una corriente de agua y otra de fuego. La primera representa al líquido precioso que es la sangre humana, o al atlati el lanzadardos, y la segunda al incendio de los templos, señal de la victoria.

Corazones humanos: Las flores de las guerras floridas

Este jeroglifo en el pico del águila es el grito que pregona la Guerra Florida. A ella iban los guerreros jaguares, guerreros de la Noche, a luchar contra los guerreros águila, guerrero del Día. Iban al campo de batalla a recolectar flores (corazones) porque en la piedra de los sacrificios, al golpe de cuchillo del sacrificador, surgía la flor más preciosa, el corazón del hombre. De allí el nombre de Guerras Floridas. Los corazones eran depositados en el cuauhxicalli, la jícara o vaso de águila, y a él descendía el guerrero celeste en forma de colibrí a libar la miel (la sangre) de aquella flor preciosa. Esta guerra representa lo más sagrado de lo religión del hombre mesoamericano: la cacería de hombre hecha por Dios.

Representación de un guerrero Jaguar Azteca, Guerrero de la noche.

Ese misticismo de llegar a Dios mediante el sacrificio de las Guerras Floridas o Guerra Sagrada la culminación religiosa de los mesoamericanos: mexicas, tarascos, tlaxcaltecas, cholultecas. Cuando un guerrero en aprisionado en las guerras floridas doblaba la rodilla y decía "padre mío" al que lo capturaba, y éste exclamaba "hijo mío". Se entendía que Dios mismo era quien lo capturaba en las guerras floridas. Morir en la piedra del sacrificio era el honor más grande que recibía el sacrificado y su familia, puesto que era deificado, de la misma manera que llega al altar un mártir del cristianismo. Y huir del sacrificio era enorme deshonra. Así se comprende perfectamente el caso del poderoso guerrero tlaxcalteca Tlahuicole: lo hicieron prisionero los huejotzincas y fue llevado ante Moctezuma II, quien, por tratarse de tan eminente guerrero, le dio la libertad; pero Tlahuicole no quiso regresar a su patria por considerarlo ignomiso, sino ir a la campaña contra los tarascascos y, finalmente, pidió morir en el sacrificio gladiatorio. Él ya pertenecía a los dioses del cielo, habiendo sido capturado en las guerras floridas.

Los conistas dicen que las Guerras Floridas se establecieron en tiempos de Moctezuma Ilhuicamina, que tomó posesión del trono Azteca por 1438 y gobernó unos treinta años, pero quizá ella fue herencia dejada por los toltecas. El motivo de establecer las guerras floridas fue que, no habiendo motivo de guerras por represión o conquista, tuvieron que celebrar contratos de guerras ceremoniales con distintos pueblos para así tener víctimas para el sacrificio, esto es, las guerras floridas. Lo cual puede indicar que los sacrificios tenían que ser ejecutados solamente en prisioneros de guerra. Los Aztecas celebraron guerras floridas con Tlaxcala, Cholula, Huejotzingo y Atlixco. Los tarascos tenían tambien guerras floridas entre Pátzcuaro y los pueblos isleños.

El acercamiento a dios a través del sacrificio

Los sacrificios humanos que practicaban los Aztecas encerraban también el significado de comunicación con Dios. Cada sacrificado era un enviado que llevaba al Sol no sólo el corazón sino un mensaje que impetraba mercedes. Por eso los sacrificadores recibían el nombre de enviadores (Relación de Michoacán). En el Atlas de Durán se ve sobre la piedra del sacrificio gladiatorio el mensajero que va al cielo llevando a la espalda el bulto con los objetos que representan las peticiones de los hombres. Los correos prehispánicos estaban recostado en los patios de las casas de los señores esperando recibir el mensaje para salir corriendo a llevarlo a su destino. Las estatuas de piedra que generalmente se encuentran en medio de los patios ceremoniales o en el pórtico de los templos prehispánicos y representan hombres recostados, en actitud de levantarse, son, sin duda, la imagen de correos celestes que reciben en la plancheta o cuauxicalli, vaso del águila que tienen el vientre, el corazón del sacrificado para llevarlo la residencia del Sol. Estas estatuas llamadas chacmooles llevarían al cielo el aviso de haber tenido feliz término las Guerras Floridas.

En la mitología las Guerras Floridas se desarrollan en el cielo capitaneada por el Sol y Venus, astro llamado Mañana de Oro. Ellos avanzaban con sus capitanes por el oriente llevando a su derecha a los dioses primogénitos (los antepasados) y a la izquierda a los dioses del sur (los muertos en el sacrificio). En mitad del cielo culmina la batalla y los muertos en ella van al paraíso del oriente donde se convierten en colibríes que bajan a la tierra a libar la miel de las flores: los corazones humanos recolectados en las Guerras Floridas.

Representación de Las guerras floridas según Diego Rivera. Las guerras Floridas serían la manera de ofrecer sacrificios a los dioses Aztecas en tiempos de paz. Donde el corazón del prisionero sería la flor, de ahí el nombre de Guerras Floridas.

El capitán general de estos guerreros es Huitzilopochtli, colibrí del sur. Estos son los guerreros del oriente; del poniente son las mujeres muertas al tratar de dar a luz su primer hijo. Han muerto en el campo de batalla con un prisionero en sus entrañas, han capturado una flor en esa guerra. Porque así como el corazón del hombre es una flor, también el niño es flor preciosa y joya delicada. De acuerdo con la importancia de esta guerra sagrada, las guerras floridas, el campo de batalla era un escenario donde tenía lugar la suntuosa ceremonia en la que lucían sus mejores galas los guerreros nobles y plebeyos. Acudían los caballeros águila, guerreros del día, y los caballeros tigres o jaguar, guerreros de la noche. Además los que tenían la librea de Xólotl, el gran perro que guiaba al sol por la región de la muerte; de la Ardilla Negra, señor de la muerte de guerra; los guasteca con la vestimenta de Quetzalcóatl, y los guerreros de Tlahuizcalpantecuintli, el lucero de la casa de la aurora, portando la librea de los que han de ser sacrificados.

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