El rock en México se halló entonces confinado a la marginalidad y a un carácter contestatario que no aportó en nada a su mejoría. Luego del masivo Avándaro, en los años siguientes los conciertos se realizaron casi exclusivamente en los "hoyos fonquis", que eran casas en estado ruinoso, fábricas abandonadas, y cines o teatros medio derruidos. En estos espacios las bandas tocaban al nivel del suelo y muchas veces no se les pagaba. Sin embargo para entonces eran la única fuente de trabajo para las bandas y los únicos lugares donde se podía escuchar rock hecho en México.
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