"Chiras pelas y calacas" las canicas

Guillermina Escoto guille_es66@yahoo.com.mx Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla
Fotos INAH

Para los antropólogos el juego es uno de los primeros modos de relación del ser humano con los objetos, y los juguetes están presentes en la vida infantil de cualquier época como microcosmos del universo, casi siempre con una significación práctica.

Uno de los juguetes más antiguos identificado por los arqueólogos en diversas culturas del mundo son los pequeños guijarros redondos cuyo valor primero es que pueden rodar: las canicas.

En 1991, durante los trabajos de excavación con motivo de la construcción de un estacionamiento en la calle de Bolivia 16, en el Centro Histórico de la ciudad de México, dos arqueólogas de la Dirección de Salvamento Arqueológico del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) localizaron un número considerable de uno de los juguetes preferidos por los niños de las décadas de 1930 a 1970: las “cuicas”.

Recuperaron de entre la tierra excavada gran variedad de agüitas, pericos, ponches, tiritos, tréboles y ágatas, que los años fueron acumulando debajo de la planta arquitectónica de una casa-vecindad del siglo XVIII, sucumbida en los años cincuenta.

Mientras clasificaban las ''cuicas'' en agüitas y tréboles, se percataron de que relataban una tradición de juegos practicados durante los años 30 a los 70 del siglo XX, que paulatinamente la tecnología moderna desplazó.

A un hallazgo aparentemente intrascendente de materiales que corresponden al siglo XX, que formaban parte del relleno de un estrato arqueológico contemporáneo, las arqueólogas Reina Cedillo Vargas y Carmen Lechuga García decidieron darle un tratamiento diferente y recuperaron parte de la información del juego de las canicas.

La investigación la desarrollaron a partir de la consulta de fuentes documentales y entrevistas personales a un universo de infantes de aquellos años, quienes aún conservan en su memoria el juego de ''chiras pelas'' y ''al tiro''.

Las arqueólogas encontraron en su investigación que las canicas significaron una influencia cultural determinante como medio de identidad social. ''Jugar canicas implicaba habilidad, destreza, actividad motora fina, desarrollo de la agudeza visual, manejo del tiempo y espacio en cuanto a lo físico y también determinaba que a cierta edad, cuando 'se dejaba de jugar a las canicas’, se dejaba de ser niño”.

A través de las canicas el menor aprendía aptitudes para relacionarse con el grupo de juego y adquiría la identidad social de integración al barrio, a la colonia y a la familia, al tiempo que el juego constituía para él un nexo de identificación con su sexo.

Los tiros más comunes eran de ''huesito'' y de ''uñita''; el primero era el más aceptado entre los varones para demostrar su hombría, en tanto que el segundo era considerado propio de niñas, por lo cual a quien ''tiraba de uñita'' se le calificaba de afeminado.

Hoy día, dicen las investigadoras, aunque aún se practica el juego de manera aislada ya no propicia la integración social de los niños.

Otra influencia se derivó del lenguaje del juego, todavía utilizado aunque ya sin conexión con las canicas. Las expresiones verbales pasaron al dominio común con connotaciones que iban de la broma al albur.

''Chiras pelas'', para la muerte; ''chanfle'' que definía un efecto de energía; ''pinto mi raya'', marcar un límite; ''calacas'' se terminó o se murió; o “tira de uñita”.

Reina Cedillo y Carmen Lechuga dicen que las canicas son uno de los juegos que más ha atraído la atención de chicos en todo el mundo y en todos los tiempos.

Quizá de la Edad de Piedra

Las especialistas proponen que quizá las primeras canicas daten de la Edad de Piedra ya que arqueólogos en otros lugares del mundo han encontrado entre los restos prehistóricos, unas pelotillas de tamaño muy pequeño por lo cual suponen que solo pudieron servir para algún tipo de juego. En tanto que en el Museo Británico existen canicas que fueron usadas por niños egipcios y romanos desde épocas remotas.

En lo que se refiere a las culturas de Mesoamérica, Reina Cedillo y Carmen Lechuga destacan que en el mural de Tepantitla, en Teotihuacan, se aprecia a un grupo humano jugando bolitas; sin embargo aseguran que el juego como tal llegó a Latinoamérica desde España.

En Europa se jugaba a las canicas en la Edad Media. En Inglaterra se cree que el juego fue una especie de adaptación de los bolos. En tanto que en Frankfurt, Alemania, hay un Museo de las Canicas.

La palabra canica proviene del germano knicher, que significa bola con que juegan los niños, señala la investigación, y es la palabra con la cual se les denomina de manera mas generalizada en el mundo a estos juguetes, pero existen muchas otras maneras de nombrarlas dependiendo de los países o las regiones.

Los niños de América del sur las llamaban ''bolitas''; en México, en el Altiplano ''cuiras'' o ''cuicas'', mientras que en Nayarit, ''pichas''. También se les denominaba como balas, bellúas, billas, bolas, bolindres, metras y pitones, entre otros.

La investigación de Reina Cedillo y Carmen Lechuga incluye la clasificación de las canicas dentro del juego, y la manera de jugarlas de menor a mayor jerarquía.

Se han encontrado canicas de barro, piedra y vidrio, y entre estas últimas: agüitas verdes, azules, cafés, ámbar y transparentes; ponche también llamada ''tirito'', de color opaco y que podía cascar y hasta romper a las agüitas; trébol, transparente con el centro de colores; pericos con sus líneas onduladas al centro, verdes, amarillas, rojas y azules.

Las ágatas también transparentes pero con líneas de color muy finas como las ojo de gato, con ellas solo competía el diablito, la canica que tenía mayor valor de todas debido a la rareza de su color rojo, y de las cuales no se localizó una sola pieza en la excavación.

A manera de conclusión, las investigadoras advierten que la proliferación de juegos electrónicos, pasivos en actividad física y que generalmente se juegan de manera individual, han limitado el desarrollo de las habilidades físico-intelectual-motoras y han desplazado la creatividad antigua de jugar, en la que se lograba crear una identidad social entre la niñez y la juventud, y que es parte del patrimonio cultural intangible de México: “chiras pelas” las canicas.

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