Una locura con la que la razón incursiona en un diálogo, una locura con la que
se encuentra una distancia óptima, se cabalga junto a ella, proveniente del
propio discurso y del discurrir humano, demasiado humano como para ignorarlo,
locura a la que sólo se evoca para dirigir su fuerza crítica y demoledora sobre
las ilusiones humanas y sus propósitos y por otro lado, en el envés, una locura
que lleva el sello de la tragedia humana: lo trágico de lo humano o lo muy
humano de lo trágico. Locura que pretende ser domeñada bajo la cruel
benevolencia del humanista y su ceguera
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