El modelo político-económico que impera, la convivencia social y la solidaridad han
sido suplantadas por una lógica tecnocrática, individualista y eficientista, que
preconiza la supervivencia del fuerte y la liquidación del débil, y que postula
la eliminación de todo aquello que pueda obstaculizar la búsqueda y maximización
de ganancias inmediatas, incluyendo los escrúpulos morales, el espíritu cívico y
la dignidad humana.
La persistencia de un proyecto gobernante concebido para beneficio de los
capitales y no de las personas, y que en su afán privatizador y desregulador ha
devastado las bases materiales mínimas para el ejercicio de los derechos y para
la búsqueda de calidad de vida de un sector mayoritario de la población, y ha
llevado a la condición humana a una devaluación sin precedente.
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