Tan cierto como que la evolución es el origen de la especie humana y que la Tierra gira alrededor del sol es que existen muchos tipos de familia y todos merecen ser reconocidos y respetados como tales. Lo contrario aseveran ministros del culto católico y el propio papa Benedicto XVI en el marco del VI Encuentro Mundial de las Familias que se realiza a partir de hoy en la ciudad de México. Cuando los dogmas —inherentes a la fe— van en contrasentido a la realidad, las instituciones religiosas ponen en riesgo el alcance de su propia influencia. Ahí está la historia.
En 1990, el INEG reportó que 75% de las familias mexicanas eran tradicionales (padre, madre e hijos); para 2000, la proporción se redujo a 69% y cinco años después a 68%. En cambio, los hogares unipersonales se incrementaron de 6.3% a 7.5% entre 2000 y 2005. En el mismo lapso hallamos que de 14.6% de hogares que eran monoparentales la cifra aumentó a 16%.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía se ha negado a incluir en los censos la diversidad sexual; aun así se puede inferir que de 10% de los hogares con familias sin parentesco una parte corresponde a aquel rubro. Hay, además, 25% de madres con hijos viviendo solas, lo cual implica también tías, abuelas, hermanas compartiendo la crianza.
De lo que sí hay pruebas es de que la construcción afectiva y la calidad de la comunicación entre los miembros de una familia determinan la adquisición de los valores.
Tiene libertad todo culto de establecer sus propias normas; lo inaceptable es mandar el mensaje a la sociedad de que un niño de padre homosexual o madre soltera carece de familia o tiene parientes “enfermos”. La lección que aprendimos de la “Tierra como centro del universo” y la “creación mágica del hombre” es que los dogmas no sobreviven los golpes de la realidad.
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