Decoraron pulquerías los tres grandes del muralismo

Decoraron pulquerías los tres grandes del muralismo

Un dato poco conocido en la historia de las pulquerías, que cada vez son menos, es que los tres grandes del muralismo, Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros decoraron algunos de sus muros y fachadas, además de rendir tributo a la "bebida de los dioses" en su obra. Historiadores y críticos de arte de la primera mitad del siglo XX, dieron cuenta de las incursiones de los insignes muralistas a las pulquerías y de los trazos que plasmaron en sus inmuebles para la posteridad, aunque lamentablemente esas obras fenecieron con los propios negocios o sucumbieron con el paso del tiempo.
En el libro "Memoria y razón de Diego Rivera", escrito por Loló de la Torriente, se cita un diálogo del propio muralista: "el cuadro pintado por el maestro Narváez, autor de La fuente embriagadora, que está en la pulquería más elegante de México, en la calle de Tacuba, que pertenece a mi compadre el señor don Pancho González. Ese sí sabe de pulques". El mismo Guillermo Prieto alude en sus "Memorias" cómo en las pulquerías de sus años mozos, algunas representaciones pictóricas eran el adorno de sus paredes.
“Los muros, pícaramente pintados -inocencia pícara porque es esa su estirpe dentro de una clasificación seria en el arte: el primitivismo folclórico-, atrajeron poderosamente la atención de Diego Rivera y de otros grandes muralistas mexicanos". Fue así como "al fondo de la galera o jacalón en la pared blanca que a veces invadía la brocha gorda, los tradicionales charros, suertes del toreo o personajes históricos, cedieron su lugar para que comenzaran a proliferar los murales de artistas conocidos, los cuales plasmaron paisajes con magueyes, el neutle, los parroquianos jugando a la rayuela, entre otros". Fue precisamente en las pulquerías "La fuente embriagadora", "Los recuerdos del porvenir" y "Las mulas de Don Cristóbal", donde durante muchos años sus muros lucieron con orgullo murales pintados por Rivera, Orozco y Siqueiros, en los que inmortalizaron los finos pulques, su leyenda y a los parroquianos

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