Minera El Progreso, donde este miércoles fallecieron siete trabajadores, está
ubicada en Mineral La Florida, municipio de Múzquiz, comunidad en que la
necesidad obliga a los hombres a trabajar en la extracción de carbón Foto Miguel A Reyna
Es inevitable vincular el accidente referido con la saga de episodios trágicos
ocurridos en socavones de la misma entidad –particularmente en su zona
carbonera–, entre los que destacan el ocurrido en la mina de Pasta de Conchos en
febrero de 2006, cuando 65 trabajadores fallecieron a consecuencia de una
explosión, o el de El Pocito 3 de Sabinas, en mayo de 2011, cuando 14
trabajadores quedaron atrapados y uno más –de 14 años– resultó gravemente
herido. Apenas en mayo de este año la inundación en un pozo de carbón en el
ejido de San Felipe el Hondo, también en el municipio de Sabinas, cobró la vida
de dos mineros, y a esos sucesos se suman un conjunto de accidentes similares
registrados en diversos socavones del territorio coahuilense y de entidades como
Chihuahua, Guanajuato, Querétaro, San Luis Potosí y Zacatecas.
Ciertamente, eventos como los referidos no se circunscriben al ámbito
nacional ni a la época actual, al contrario, las condiciones de precariedad,
inseguridad y explotación que caracterizan a esa actividad han cobrado víctimas
en muy distintas latitudes y en diversos momentos de la historia: desde los
trabajadores de las extracciones de carbón en México, hasta los recolectores de
diamantes en territorio africano, pasando por los estañeros de Bolivia, los
excavadores del cobre en Chile, los legendarios extractores de carbón de la
cuenca minera de Asturias y los trabajadores de los yacimientos en China, donde
los derrumbes, las explosiones y las inundaciones cobran vidas humanas con una
frecuencia inaceptable, en accidentes que podrían evitarse si se exigiera a las
corporaciones mineras mayores inversiones en seguridad.
Actualmente la extracción de minerales configura una de las contradicciones más
perversas del modelo neoliberal aún vigente a escala planetaria, pues no sólo
produce enormes márgenes de ganancia para los conglomerados trasnacionales que
la practican, sino también vastas cuotas de sufrimiento humano, destrucción de
tejidos sociales y devastación ecológica.
resulta inocultable la relación directa entre la riqueza y la impunidad, por un
lado, y la miseria y la muerte, por el otro.

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