Andrés Manuel López Obrador – I
En enero de 2007 inicié una gira por todos los municipios del país.
Hoy, 9 de marzo de 2009, aquí, en Tamazula, Durango, donde nació el primer
presidente de México, Guadalupe Victoria, termino el recorrido por los dos mil
38 municipios de régimen de partido que existen en el país. Ahora, sólo me
faltan los 418 municipios indígenas de usos y costumbres del estado de Oaxaca,
que visitaré en el último cuatrimestre de este año.
Viajé en compañía de un pequeño grupo de colaboradores. Durante 430 días
transitamos por 148 mil 173 kilómetros de caminos pavimentados y de terracería,
para llegar a los pueblos más apartados de México. En muchas ocasiones dormimos
en hoteles modestos y limpios de ciudades pequeñas, comimos en restaurantes,
fondas y, a veces, dentro de la camioneta o a la orilla del camino.
Durante este tiempo, trabajé de lunes a miércoles en la ciudad de México y de
jueves a domingo me dediqué a recorrer los pueblos. Desde las 10 de la mañana
hacíamos un promedio de 5 asambleas informativas diarias en la plazas públicas,
a las que asistían entre 100 y 5 mil personas, dependiendo del número de
habitantes y de la fuerza de nuestro movimiento en cada lugar. La asamblea
consistía en palabras de bienvenida a cargo de un dirigente local de los
partidos del Frente Amplio Progresista o de algún destacado ciudadano. En mi
intervención, informaba durante 45 minutos sobre los problemas nacionales y
planteaba la necesidad de renovar la vida pública de México. Además, cuando
llegaba y cuando me iba, saludaba de mano a la gente en un genuinio ejercicio de
diálogo circular.
Gracias a estos encuentros, recogí demandas, sentimientos y preocupaciones de
muchos ciudadanos y me enteré con más detalle de la situación económica, social
y política del país, desde abajo.
Aunque hay asuntos importantes que no abordaré por razones de espacio, si
puedo compartir algunas de mis observaciones, experiencias y reflexiones sobre
las características del territorio, la belleza de naturaleza, las actividades
económicas, los contrastes entre regiones, la desigualdad, la marginación, la
pobreza, la vocación de trabajo y la inmensa bondad que hay en nuestro
pueblo.
Nogaleras y minerales
México es un país de gran diversidad geográfica, donde predominan
las zonas semidesérticas, en las vastas extensiones montañosas del norte. En
contraste, es muy inferior la superficie de valles, costas y tierras bajas
tropicales. En el norte, donde el suelo no es muy fértil y llueve poco, las
poblaciones se fueron asentando a la orilla de los ríos y así se desarrollaron
la agricultura y la ganadería extensivas.
Para subsanar la escasez de agua, el régimen de Porfirio Díaz inició la
construcción de presas, actividad que se intensificó después del triunfo de la
revolución junto con la perforación de pozos profundos y la creación de sistemas
de riego. De todos modos, en casi todo el norte la sequía es impresionante. Y
por lo mismo, ahí donde se logra una plantación de nogales, o nogalera que le
llaman, cerca del cauce de un río, la vista se alegra como si en medio del
desierto apareciera un oasis.
Viajando por distintas regiones del norte, uno no puede dejar de pensar en
que debajo de esa tierra árida proliferó, y fue saqueada por siglos, la gran
riqueza mineral del subsuelo, que hoy es todavía causa de la más inhumana
explotación de los trabajadores. Cuando uno recorre las laderas de los cerros de
Concepción del Oro, Zacatecas, hacia Melchor Ocampo, saltan a la vista los
vestigios de pueblos mineros abandonados en la época colonial y el siglo XIX, y
lo mismo pasa al llegar por el túnel de Ogarrio, el más largo construido por el
porfiriato, al bello Real de Catorce, en San Luis Potosí.
El centro y el sur del país, por lo contrario, poseen mucha más fertilidad,
al extremo de que en Tabasco hay tanta agua como cielo. Paradójicamente, aunque
es mucho menos montañoso que el norte y que el centro, donde despuntan los
volcanes del valle de México, el sur tiene las cimas más elevadas de la
orografía nacional, como por ejemplo el Pico de Orizaba o el Cofre de Perote,
sin olvidar que hay zonas muy altas en la sierra sur de Oaxaca o en la sierra de
Chiapas limítrofe con Guatemala, donde los nombres de los pueblos contradicen a
la realidad, porque se llaman El Porvenir, La Grandeza y Bellavista y son de los
más pobres y marginados que he visto. Así como las nogaleras y la minería son
características del norte, el sur es la región natural del café.
La doble vida de las barrancas
En cuanto a belleza, todo México es espléndido. Se puede pensar que
las grandes llanuras y los cerros pelones del norte son monótonos, pero no es
así, hay una asombrosa variedad de formas. En las cumbres de Durango, en la
Sierra Tarahumara, en la península de Baja California, en las montañas de
Coahuila, Sonora o de Nuevo León, de repente, en medio del camino, surgen rocas
gigantescas, que parecen esculpidas por la mano del hombre, con aspecto de
aguilas, frailes, sillas, dientes, pirinolas.
Es imposible dejar de admirar las cordilleras, los despeñaderos, las cuevas,
las cascadas que brillan desde lejos como hilos de plata, o las grandes mesetas
con su extraordinaria diversidad de cactos. Y por todas partes hay cerros
majestuosos e históricos, que tienen nombre propio, cerros con plataformas y
peñascos, entre los que sobresalen los cañones y las barrancas con distintos
climas, vegetación y culturas, arriba y abajo, como ocurre al pie de la Barranca
del Cobre, donde crecen los plátanos y los cocoteros, mientras en lo alto
abundan los pinos y las casas con chimenea. Otro caso representativo de esta
dualidad es el de la Misión, Hidalgo, donde el delicioso chile rallado se
siembra abajo y luego se transplanta y se cosecha arriba.
En enero de 2007, visité algunos municipios de Chihuahua. Estaba nevando y
había hielo sobre la carretera de Parral a Guadalupe y Calvo. Ahí se encuentra
el cerro más alto de ese estado, el Mohinora, un pico a 3 mil 300 metros sobre
el nivel del mar. En esa gira fuimos también a Madera, municipio emblemático
porque ahí nació, en los tiempos de mayor opresión política, la guerrilla
mexicana moderna con el asalto al cuartel militar. Y qué decir de la monumental
sierra de la Rumorosa, en el camino de Mexicali a Tijuana, o de los manglares de
la costa de Nayarit, o de los cielos estrellados de la sierra de Sonora, o de
las puestas de sol de Caneto de Comonfort en Durango.
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