Batalla en el desierto: La lucha entre la plata y el peyote en Wirikuta

Por Kurt Hollander
Letras Libres

Wirikuta, el territorio sagrado de los huicholes, está en peligro ante una serie de dudosas concesiones mineras. Kurt Hollander visitó este enclave para narrar un capítulo más de la centenaria guerra entre una modernidad mal concebida y una tradición mal defendida.

Las comunidadesindígenas que rehusaron integrarse a la nación, como los rarámuris (tarahumaras), nayeri (coras) y wixaritari (huicholes), fueron empujadas hacia regiones cada vez más remotas y cada vez más arriba en las montañas, y con ello quedaron cada vez más aisladas, cortándose los vínculos entre ellas.

De todas las comunidades nativas en México, los wixaritari fueron quienes mejor lograron conservar su cultura, su lenguaje, sus creencias y rituales. Lascinco comunidades principales wixaritari viven en la Sierra Madre Occidental, sobre todo en Jalisco, aunque también en Nayarit, Durango y Zacatecas. A pesar de que han logrado conservar más autonomía que otras comunidades, las cosas no necesariamente van bien. Con pocas oportunidades de empleo y niveles de pobreza altísimos, cuarenta por ciento de la población huichol trabaja como mano de obra migrante en los plantíos de ajo y tabaco en Sinaloa, y la tierra wixárika está siendo constantemente amenazada porproyectos gubernamentales inmensos, como presas hidroeléctricas y carreteras.

Más que sus hogares al oeste de México, la tierra espiritual wixárika está hoy bajo amenaza. Los lugares más sagrados, el destino de las peregrinaciones anuales de los wixaritari, se ubican en Wirikuta. Wirikuta es una reserva ecológica, un área natural protegida, y un sitio sagrado natural, y el área forma también parte de la red mundial de lugares sagrados naturales de la UNESCO.

Aunque la región completa de Wirikuta, cada cactácea, cada piedra, cada manantial y cada montaña tiene un inmenso valor espiritual para los wixaritari, la existencia de una sola planta hace que esta área sea una zona única. Para las culturas indígenas del norte, el jikuri (peyote) es su posesión más valiosa, la más sagrada. El uso ceremonial del peyote tiene más de diez mil años de existencia y se calcula que el origen del viaje anual de los huicholes en busca de peyote en Wirikuta empezó alrededor del año 200 a. C. Para reafirmar el vínculo cultural con sus ancestros, los huicholes eligen a un grupo selecto para viajar a Wirikuta, el lugar donde ocurrió la creación. El viaje, largo y arduo, es una iniciación, un regreso a los orígenes de esta cultura para renacer, para “ver la luz”. Según el mito, los primeros cazadores huicholes siguieron a un venado todo el camino desde la costa oeste al Cerro Quemado en Wirikuta, donde el corazón del venado se transformó en peyote. Los rituales del peyote en Wirikuta repiten la leyenda de la creación para inspirar visiones en los marakame (chamanes) y artistas huicholes (los botones de peyote aparecen representados en casi todas las obras huicholes) y así evitar que la cultura se estanque.

Además de su uso ritual, el peyote sacia el hambre, da energía, sirve como tónico general y tiene muchos usos medicinales. Los wixaritari usan el peyote para tratar mordeduras de serpiente, golpes, heridas, quemaduras, fracturas, estreñimiento, fiebres, asma y también como analgésico antirreumático y antibiótico (mata dieciocho tiposde bacterias, muchas de ellas resistentes a la penicilina). El peyote puede tratar enfermedades mentales, como la depresión, la histeria y la neurastenia, y ha sido usado para curar la adicción a drogas y alcohol. Por todas estas propiedades, el peyote haayudado a los wixaritari a lidiar con el intenso estrés producido por las amenazas constantes a su existencia a lo largo de los siglos.

Los ancianos wixaritari han usado el peyote desde siempre para adquirir sabiduría y comprensión, y por esto la comunidad nunca se orientó hacia la acumulación de lujos o metales preciosos, ni necesitaron conquistar a otros pueblos o subyugar la tierra. En contraste, las ambiciones económicas de los conquistadores y los colonialistas (como las de los capitalistas y los políticos después de ellos) estaban animadas por el alcohol, el cual incrementa la agresividad y la libido e inhibe la consciencia social, impulsándolos hacia la rapiña y la eterna búsqueda de ganancias.

Cuando el ejército se dio cuenta de que sería incapaz desubyugar a los wixaritari y otros grupos indígenas que resistían a la colonización, la iglesia católica inició su batalla por el sustento espiritual de los nativos, y acusaron al peyote de ser una herramienta pagana, del diablo, que instigaba el comportamiento violento y licencioso entre los nativos.El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición oficialmente prohibió la ceremonia del peyote en México en 1638, pero su continuo uso llevó a las autoridades a implantar castigos cada vez más severos durante elperiodo colonial.
A pesar de que en 1928 el Consejo Superior de Salubridad de México declaró que el peyote no era “una planta enervante” ni una planta “intoxicante” y que tenía propiedades farmacodinámicas especiales, la presión de los Estados Unidos coercionó a México a clasificar el peyote como una sustancia ilegal en la Convención Única Internacional sobre Psicotrópicos de 1971. De acuerdo con el artículo 245 de la Ley General de Salud de 1984, aún vigente, el peyote es una “sustancia psicotrópica que tiene valor terapéutico escaso o nulo yque, por ser susceptible de uso indebido o abuso, constituye un problema especialmente grave para la salud pública”.

El uso y posesión del peyote en México está penado por la ley con sentencias de hasta diez años de prisión. Aunque no hay excepciones legales, el gobierno mexicano tiende a tolerar su recolección y uso por ciertos grupos indígenas (aunque el acoso a estos mismos grupos se ha incrementado de un tiempo a esta parte en Wirikuta). El uso del peyote por el resto de la población mexicana está penado por ley con sentencias de hasta diez años de prisión. Irónicamente, la posesión y el consumo del peyote están vigilados de cerca por el ejército y la policía no por sus efectos nocivos como droga (la lógica legal para todas las demás sustancias ilegales), sino para que no se haga daño a la planta que, se dice, está en peligro de extinción.

La Sierra de Catorce y El Bajío son terrenos difíciles. Los alacranes, las víboras y los demás animales han desarrollado defensaspara sobrevivir, así como las plantas que se han acorazado y llenado de espinas para proteger la escasa agua. La extrema amargura del peyote mantiene lejos a sus predadores, aunque el hecho de que su sabor induzca el vómito no ha sido suficiente para evitar que la gente lo consuma. Desde que los efectos de la planta fueron popularizados por escritores y científicos en los Estados Unidos y Europa, Wirikuta se ha convertido en un destino internacional y constantemente llegan turistas en busca de espiritualidad, o por lo menos, de un viaje especial.


Real de Catorce fue designado hace poco Pueblo Mágico, un programa gubernamental diseñado para incrementar el turismo y apoyar a la economía local. En Real de Catorce, lo “mágico” tiende a estar asociado con las propiedades psicoactivas del peyote, y los turistas viajan estos días para visitar los sitios sagrados huicholes, como el Cerro Quemado, o para comer peyote en el desierto, generalmente entours que salen de Real de Catorce a caballo o en jeeps, yen su camino van dejando grafitis y botellas vacías de agua o cerveza. Además, los turistas se llevan a menudo cantidades de peyote cortado en el desierto o comprado a los guías no oficiales, mermando su existencia.

El tráfico de peyote, aun con todos los turistasque visitan Real de Catorce por el viaje, no llegará ni de cerca a la escala del tráfico de mariguana, cocaína o metanfetaminas, una actividad que recientemente ha azotado a la región. Los Zetas tienen una fuerte presencia en Real de Catorce y Wirikuta, yha habido enfrentamientos armados entre narcos y el ejército en los últimos meses. Soldados y fuerzas federales patrullan con regularidad las calles de Real de Catorce y hacen incursiones hacia el desierto en busca de narcos o de turistas en pos de peyote. Como resultado, el turismo ha bajado drásticamente en la zona, la economía sufre y los locales tienen que buscar cómo sobrevivir (incluso con los trabajos mal pagados y riesgosos que ofrecen las minas).

La peor amenaza potencial para el peyote y para todo Wirikuta es, sin embargo, la industria minera. El presidente Felipe Calderón se comprometió en público a proteger el área, pero, a pesar de eso, el gobierno otorgó veintidós concesiones a First Majestic (setenta por ciento de estas localizadas dentro de Wirikuta) y también otorgó otras dos a West Timmins Mining, que planea buscar oro en la región de Bernalejo, un área del desierto donde los huicholes recogen peyote para sus rituales sagrados anuales. Las minas de oro y plata implicarán caminos pavimentados y la introducción de maquinarias pesadas, ambas cosas dañinas parael ambiente. Aún peor, las minas de oro utilizan técnicas muy destructivas, incluyendo tajos a cielo abierto, esto es, dinamitar o cavar la superficie de la tierra para triturar montañas enteras a fin de acceder a la veta. Este proceso deja grandes cráteres a su paso, mata la fauna y la flora y vuelve la tierra infértil. Además, la cantidad de agua requerida sin duda secará los escasos acuíferos del desierto y dejará los mantos subterráneos contaminados con cianuro, xantatos y metales pesados utilizados alprocesar el mineral y que provocan problemas de salud (respiratorios, intestinales, cutáneos, fallas sistémicas, anomalías en los fetos y cáncer) entre las comunidades locales.

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Los metales preciosos siempre han sido más una maldición que una bendición en Catorce. La acumulación de riqueza extraída del subsuelo a lo largo de los años ha dejado solo miseria y ruinas. Los bosques en Catorce (originalmente llamados Real de Minas de Nuestra Señora de la Limpia Concepción de Guadalupe de los Álamos de Catorce, en honor de los árboles que cubrían esa área) fueron talados durante las fases iniciales de las minas, cuando el carbón era el principal combustible de los hornos, y ahora solo quedan cerros pelones y tierra erosionada. Como los árboles, la población humana también ha sufrido. Cuando los precios de la plata bajaron y la minería se estancó, la población local de Real de Catorce bajó de catorce mil habitantes en 1905 a 2,700 en 1910, mientras que poblados más pequeños como La Luz, levantado junto a la mina Santa Ana, terminaron convertidos en verdaderos pueblos fantasmas.

Aunque la innovación tecnológica o el incremento en los precios de la plata vuelven a la minería una empresa rentable, no se están construyendo magníficas ciudades, y las ganancias de estos metales no generan grandes iglesias ni edificios impresionantes. Hoy en día, los trabajadores viven en estructuras desarmables y los pueblos cercanos reciben muy pocos de los beneficios por todas las ganancias recolectadas por las minas. De hecho, como todos los monocultivos (incluyendo la agroindustria, el turismo y el narcotráfico), la riqueza que se extrae de las minas de plata no se invierte en tecnología o en industrias productivas en México, y los trabajadores no adquieren habilidades que les servirán para conseguir otros trabajos cuando las minas cierren. Salvo para unos cuantos funcionarios de gobierno que se llenan los bolsillos, los metales preciosos salen del país y dejan, además del cianuro, solo metales pesados como el plomo y el mercurio.
ACERCA DEL AUTOR
Kurt Hollander
(Nueva York) es escritor, traductor, fotógrafo y cineasta. Lleva veinte años viviendo en México. Feral House lanzará este año su obra de no ficción Several ways to die in Mexico City.

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