La feria de San Francisco, acuarela del pintor hidalguense Jesús Becerril, realizada en 1968
Austera en extremo era la vida de los Franciscanos establecidos en Pachuca, quienes, si bien formaban parte de la orden fundada por el santo de Asís, pertenecían, dentro de ella, al grupo reformista instituido por el extremeño que, en el siglo, llevó el nombre de Juan de Garavito y el de fray Pedro de Alcántara al abrazar la vida religiosa. Después de profesar en el monasterio de Manjares, decidió llevar una vida de áspera penitencia, como se desprende de la bula de canonización: comía una sola vez cada tercer día y, en ocasiones, se la pasaba otros tantos sin tomar alimento, traía a ras de sus carnes un cilicio en figura de rayo, dormía escasamente hora y media y, por más de 40 años, lo hizo de rodillas o sentado, arrimada la cabeza a la pared. Cuando predicaba, su sola presencia ablandaba
los corazones más duros. Poco después de haber sido designado provincial de la orden, conoce a Santa Teresa de Ávila, quien le inspira la gran reforma que restauró el espíritu original de auténtica pobreza, de la orden franciscana, línea que pronto abrazaran cientos de monjes, sobre todo después de su muerte, el 18 de octubre de 1562.
La feria de San Francisco, acuarela del pintor hidalguense Jesús Becerril, realizada en 1968.
La Primera incursión de los llamados Franciscanos Alcantarinos llega a la Nueva España en 1572, hospedándose primero en el convento de San Francisco de la ciudad de México y, más tarde, en la paupérrima ermita de la Santísima Trinidad del Convento de San Cosme; la segunda con gran beneplácito de los habitantes de estas tierras, arriba en 1581 y es recibida personalmente por el arzobispo Pedro Moya de Contreras; dos meses después a finales de ese mismo año, desembarca en Veracruz la tercera oleada de Alcantarinos. Muchos eran los vecinos que deseaban ser atendidos por tan virtuosos frailes, sin embargo y una vez iniciada, en 1591, la construcción del convento de San Diego en la ciudad de México, comenzaron su expansión en el territorio Novohispano, prefiriendo en todo caso los lugares más pobres y desamparados, uno de ellos fue el Real de Tlahuelilpan, hoy Pachuca, donde probablemente hacia 1592 ó 93 inician con licencia del Virrey Álvaro Manrique de Zúñiga, la construcción de su convento, sin embargo la obra fue suspendida por juzgarse "que no era sitio a propósito para vida y estado religiosos" reanudándose los trabajos en 1596, en nuevo lugar, que no es otro que el actual sitio donde se encuentra el templo franciscano de Pachuca.
La obra del claustro y del templo estuvo a cargo de Fray Francisco de Torantos y, dice el cronista de la orden, tuvo un costo de 18 mil pesos, mismos que fueron sufragados por doña Beatriz de Miranda y las magnánimas limosnas de los fieles de la comarca, concluyéndose en 1660, bajo las órdenes de Fray Victoriano Sáenz, quien también concibió y construyó la ochavada sacristía del templo.
En 1727, el Padre José Mesa, custodio de la Provincia de San Diego de México, logró que S. S. Benedicto XIII, emitiera en 1732 la bula que se otorgó a todas las provincias de los Franciscanos Alcantarinos, la facultad de tener un colegio de religiosos destinados a misionar, por la que el de Pachuca, fue elevado a la categoría de Colegio Apostólico de Propaganda Fide sujeto a la provincia de San Diego de México, aunque cuatro décadas después, en 1772, una nueva bula expedida por S. S. Clemente XIV, le concede autonomía perpetua al Colegio de Pachuca.
Las nuevas necesidades del convento, ahora colegio, obligaron a los frailes a solicitar permiso al Real Patronato para realizar anualmente una feria en las inmediaciones de su atrio, a fin de obtener, a través del pago de los derechos de piso, de los diezmos que cubrieran los vendedores y de las limosnas que lograran juntar de los asistentes a las festividades, los recursos para sufragar tanto los gastos generados por las misiones como los realizados para cubrir las obras de ampliación del convento, señalándose el 4 de octubre de cada año, como la fecha en que se efectuaría la gran fiesta de San Francisco.
Uno de los principales benefactores del convento, fue don Pedro Romero de Terreros primer conde de Regla, quien, además de importantes aportaciones en dinero, organizaba cada año la gran peregrinación que partía de Huscazaloya, el 2 de octubre, para llegar a Pachuca la madrugada del día 4, fecha en la que todos los monjes y novicios salían del templo a recibirlo y en señal de reconocimiento por sus magnánimas aportaciones, le entregaban las llaves al conde, quien después de abrir personalmente el templo, las devolvía al prior de la orden e invitaba a los frailes a que ingresaran en su interior con lo que manifestaba su voluntad para que continuaran viviendo y trabajando en el interior de aquellas instalaciones que tanto crecieron gracias a sus aportaciones.
De esa tradición se deriva la costumbre de celebrar, cada cuatro de octubre, la feria de San Francisco, fiesta del Santo Patrono de la muy noble y leal ciudad de nuestra señora de la Asunción y Real de Minas de Pachuca.
los corazones más duros. Poco después de haber sido designado provincial de la orden, conoce a Santa Teresa de Ávila, quien le inspira la gran reforma que restauró el espíritu original de auténtica pobreza, de la orden franciscana, línea que pronto abrazaran cientos de monjes, sobre todo después de su muerte, el 18 de octubre de 1562.
La feria de San Francisco, acuarela del pintor hidalguense Jesús Becerril, realizada en 1968.
La Primera incursión de los llamados Franciscanos Alcantarinos llega a la Nueva España en 1572, hospedándose primero en el convento de San Francisco de la ciudad de México y, más tarde, en la paupérrima ermita de la Santísima Trinidad del Convento de San Cosme; la segunda con gran beneplácito de los habitantes de estas tierras, arriba en 1581 y es recibida personalmente por el arzobispo Pedro Moya de Contreras; dos meses después a finales de ese mismo año, desembarca en Veracruz la tercera oleada de Alcantarinos. Muchos eran los vecinos que deseaban ser atendidos por tan virtuosos frailes, sin embargo y una vez iniciada, en 1591, la construcción del convento de San Diego en la ciudad de México, comenzaron su expansión en el territorio Novohispano, prefiriendo en todo caso los lugares más pobres y desamparados, uno de ellos fue el Real de Tlahuelilpan, hoy Pachuca, donde probablemente hacia 1592 ó 93 inician con licencia del Virrey Álvaro Manrique de Zúñiga, la construcción de su convento, sin embargo la obra fue suspendida por juzgarse "que no era sitio a propósito para vida y estado religiosos" reanudándose los trabajos en 1596, en nuevo lugar, que no es otro que el actual sitio donde se encuentra el templo franciscano de Pachuca.
La obra del claustro y del templo estuvo a cargo de Fray Francisco de Torantos y, dice el cronista de la orden, tuvo un costo de 18 mil pesos, mismos que fueron sufragados por doña Beatriz de Miranda y las magnánimas limosnas de los fieles de la comarca, concluyéndose en 1660, bajo las órdenes de Fray Victoriano Sáenz, quien también concibió y construyó la ochavada sacristía del templo.
En 1727, el Padre José Mesa, custodio de la Provincia de San Diego de México, logró que S. S. Benedicto XIII, emitiera en 1732 la bula que se otorgó a todas las provincias de los Franciscanos Alcantarinos, la facultad de tener un colegio de religiosos destinados a misionar, por la que el de Pachuca, fue elevado a la categoría de Colegio Apostólico de Propaganda Fide sujeto a la provincia de San Diego de México, aunque cuatro décadas después, en 1772, una nueva bula expedida por S. S. Clemente XIV, le concede autonomía perpetua al Colegio de Pachuca.
Las nuevas necesidades del convento, ahora colegio, obligaron a los frailes a solicitar permiso al Real Patronato para realizar anualmente una feria en las inmediaciones de su atrio, a fin de obtener, a través del pago de los derechos de piso, de los diezmos que cubrieran los vendedores y de las limosnas que lograran juntar de los asistentes a las festividades, los recursos para sufragar tanto los gastos generados por las misiones como los realizados para cubrir las obras de ampliación del convento, señalándose el 4 de octubre de cada año, como la fecha en que se efectuaría la gran fiesta de San Francisco.
Uno de los principales benefactores del convento, fue don Pedro Romero de Terreros primer conde de Regla, quien, además de importantes aportaciones en dinero, organizaba cada año la gran peregrinación que partía de Huscazaloya, el 2 de octubre, para llegar a Pachuca la madrugada del día 4, fecha en la que todos los monjes y novicios salían del templo a recibirlo y en señal de reconocimiento por sus magnánimas aportaciones, le entregaban las llaves al conde, quien después de abrir personalmente el templo, las devolvía al prior de la orden e invitaba a los frailes a que ingresaran en su interior con lo que manifestaba su voluntad para que continuaran viviendo y trabajando en el interior de aquellas instalaciones que tanto crecieron gracias a sus aportaciones.
De esa tradición se deriva la costumbre de celebrar, cada cuatro de octubre, la feria de San Francisco, fiesta del Santo Patrono de la muy noble y leal ciudad de nuestra señora de la Asunción y Real de Minas de Pachuca.
1 comentario:
El palenque de la feria pachuca 2014 ya está listo, se celebrará del 1 al 26 de octubre y tiene muy buenos artistas
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