El Drama de la falta de Agua en Mexico

El Drama de la falta de Agua



Habitantes de asentamientos irregulares de Pachuca deben caminar una hora para llegar a tomas comunitarias, donde el agua se acaba pronto


PACHUCA, Hgo.— Apenas amanece y en las calles polvorientas de las colonias Jorge Obispo y Luz del Carmen, ya se observan siluetas de mujeres y niños, que con cubeta en mano van a los hidrantes y depósitos comunitarios para abastecerse de agua.

Para ellos no hay descanso ni días festivos: todos los días deben caminar una hora para acarrear el líquido.

Orillados por la miseria y la falta de servicios en sus comunidades, en la Sierra y la Huasteca, estas familias emigraron a Pachuca, donde se asentaron en colonias irregulares. Aquí también viven la pobreza que se recrudece con la carencia de agua.


El agua de la llave, un recuerdo en la sierra de Guadalupe

ECATEPEC, Méx.— Las calles aquí dejaron de ser ocupadas por los automóviles. Los tambos de plástico y de metal los desplazaron desde hace muchos años.

Medio llenos de agua o la mayoría de las veces vacíos, forman parte del escenario urbano y de la identidad de miles de familias que escogieron este lugar para mal vivir.

Son esenciales para subsistir. Su supervivencia depende de lo que en ellos acumulan. Sin ellos, su situación sería aún más difícil.

Es la parte alta de la sierra de Guadalupe donde se respira la pobreza, en la que los servicios básicos son un lujo para los que menos tienen.

Han aprendido a vivir con poca agua. La memoria de doña María Díaz, una octogenaria que habita en la colonia El Mirador, está fresca aún.

“Fue en el año 2000 cuando dejamos de recibir agua de la llave. Desde entonces ya no nos llega hasta acá arriba”, recordó.


Mazahuas tienen que caminar cuatro y cinco kilómetros con las cubetas de agua a mi espaldam para conseguir un poco de agua en Michoacan

ZITÁCUARO, Mich.— “Diario camino por los montecitos entre cuatro y cinco kilómetros con las cubetas de agua a mi espalda, que pesan unos 60 kilos”, calcula Domitila Hernández, de origen mazahua.


La mujer tiene nueve hijos con edades que van de los 16 a los seis años, y enviudó hace más de cinco.
“Todos los días debo cargar mi cruz para acarrear agua a la familia; me pongo en los hombros un tronco y le echo encima cuatro cubetas, de esas de pintura, y camino por los montecitos. No agarro el caminito porque es el doble de lejos”, relata Domitila, originaria de la tenencia Donaciano Ojeda, una de las 13 que hay en el municipio michoacano de Zitácuaro.

“Mi espalda ya no da para más pero qué quiere que haga, mi esposo ya se fue con Tata Dios y pues hay que sacar adelante a los niños”, dice la mujer indígena de 46 años de edad, a quien rodean sus hijos. En la familia todos andan descalzos.

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