SOMOS DE MAIZ

EL SUSTENTO DE LA VIDA
DANZA DE MILPAS
José Carlo González

Somos hombres de maíz, pueblos nacidos de la mazorca. En el germinar del grano, en el brote de la nueva milpa, en la aventura del sacrificio y la resurrección de Cintéotl, que moría para convertirse en alimento, que se sacrificaba para sostener a la humanidad, está una de las claves más valiosas de nuestra identidad.

Para los pueblos nahuas, el origen del maíz está en el cuerpo de un dios: Cintéotl (el dios de la mazorca), hijo de Piltzintecuhtli y de Xochipilli. El grano, su más importante creación, nació de sus uñas.

Otros pueblos tienen otros mitos. En todos, sin embargo, es común encontrar que el maíz no es sólo sustento de las personas, sino que fue quien creó a los seres humanos. En él está la clave de nuestra paternidad. Es nuestra sangre y nuestra carne.

El maíz es una invención humana colectiva iniciada en Mesoamérica. Sin la mano del hombre, sin su capacidad creativa, no existiría. Es producto del conocimiento, el trabajo, la pasión y la curiosidad de millones de productores. Según Octavio Paz, “el invento del maíz por los mexicanos, sólo es comparable con el invento del fuego por el hombre”.

El vocablo proviene de la lengua Taina de las Antillas. Significa “lo que sustenta la vida”. Alimenta pueblos. En nuestro país se consume 23 veces más que el arroz, nueve más que el frijol y tres veces más que el trigo.

El maíz es diversidad. Hay granos blancos, amarillos, rojos, morados y pintos. La riqueza del lenguaje regional describe la multiplicidad de la cultura local. Un campesino de Tecpan usa siete nombres distintos para identificar las diferentes variedades de maíz criollo que se siembran, y que un poblador urbano difícilmente sabría distinguir.

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