"Si Maiz no hay Pais"

"SIN MAIZ NO HAY PAIS"































Popol Vuh

(Anónimo, siglo XV)
Cómo fue creado el hombre


Habiéndose acercado ya el tiempo de la creación del hombre, buscaron los señores Tepeu y Cucumatz algo para poner en lugar de la carne del hombre(…) Cuatro animales manifestaron las mazorcas de maíz amarillas y blancas y, enseñando el camino de Pampaxila, fue hallado el maíz, y de esto fue hecha la carne del hombre y su sangre, cuando fue formado. Mucho se alegraron de haber hallado una tierra tan hermosa y abundante: toda está llena de dulzura, mucho maíz blanco y amarillo(…) Y, tomando nuestra abuela Xmucane de aqueste maíz blanco y amarillo, hizo comida y bebida de que salió la carne y la gordura y de esto formó el señor Tepeu Cucumatz a nuestros primeros padres y madres, y de aquesta comida fueron hechos sus brazos y sus pies.

La Campaña Nacional en Defensa de la Soberanía Alimentaria y la Reactivación del Campo Mexicano, Sin maíz no hay país. ¡Pon a México en tu boca! Nos reunió el amor por la tierra, por el campo, por el maíz, por lo nuestro. Los elotes abiertos como flores en la ofrenda, mostraron suaves tonalidades del blanco al negro, del rosa al violeta.

Nuestros antepasados lograron esta planta tras milenios de cuidado paciente; transmitieron sus conocimientos de padres a hijos por generaciones y lograron este prodigio que asombra a los botánicos actuales. Se trata de un trabajo ininterrumpido que se renueva en cada cosecha.
El paisaje está cubierto por la milpa; las plantas erectas de maíz muestran al sol su espiga dorada; el viento provoca música entre las hojas. En muchos lugares de México está espigando la milpa, “güereando”, dicen los campesinos; en algunos lugares los elotes estarán pronto listos para comerse. Nuestros campesinos han desarrollado maíces de ciclo corto, medio, largo, que se adaptan a los distintos climas, aprovechan las lluvias o esquivan las heladas.

Mesoamérica fue uno de los centros de irradiación de la agricultura y por tanto de un poderoso tronco cultural. El cereal que lo identifica es el maíz. Se trata de un grano rico en proteínas, en vitaminas, en minerales. Hecho nixtamal a partir de una técnica generada también por los antiguos mexicanos, aumenta sus propiedades alimenticias, pues al hervir con la cal se libera la niacina y se enriquece con calcio.

“Pelar la mazorca” se dice popularmente cuando alguien sonríe de forma abierta, porque al hacerlo, los mexicanos, sobre todo los de antes, muestran unos dientes blancos, sanos, relucientes como granos de maíz.

No sólo por eso nos identificamos con el maíz; dice el Popol Vuh que de maíz fue hecho el hombre, y la mujer, desde luego. Somos gente de maíz. Esto debe enorgullecernos, como deben enorgullecernos nuestras raíces. Un pueblo sin identidad es como hoja al viento, no lleva rumbo ni tiene reposo.

Pero, cosas de la vida, hoy tenemos que unirnos para defender lo que es fundamental: la salud de la tierra que nos alimenta, el cuidado de sus ríos, mares, bosques, desiertos, lagos, porque sin ellos no hay futuro posible. Además nos ha reunido la necesidad de defender a quienes por siglos han cuidado estos paisajes y nos han dado de comer.


Y también al maíz. No por mero romanticismo, por cierto, sino porque la inteligencia, el instinto vital, nos permite darnos cuenta que igual que en Oriente protegen al arroz o en Europa al trigo, tenemos que preservar al maíz como base y sustento. No hay gobierno que se precie de ser un buen conductor de su pueblo, que ponga en riesgo la alimentación de los suyos. Las más graves crisis de la historia surgieron con las sequías y el desabasto que produjeron hambrunas.
Sin embargo, algunos parecen no entenderlo; han optado por dar la espalda a los suyos y ponerse del lado de quienes acaparan o buscan de manera perversa infectar las más de 40 razas de maíz con todas sus variedades, con polen o con semillas que provienen de maíces que en nada nos son útiles, que surgieron a partir de una tecnología primitiva, pero que se ofrece como solución convenciendo a incautos, ignorantes o deshonestos que cambian, como en tiempos pasados, oro (maíces criollos), por cuentas de vidrio (maíces transgénicos). Buscan privatizar nuestro patrimonio.

Por fortuna, a lo largo y ancho de este territorio hay millones de personas conscientes que conocen el valor de su cultura, que ven hacia las generaciones por venir y saben que salvar al maíz es preservar su futuro.

Queremos entonces ver a los hombres de nuevo en los campos de su tierra, no en las tierras de otros, heredando de sus padres saberes y estrategias; a las mujeres desgranando y eligiendo las semillas, y a los hijos rodeándolas y aprendiendo como jugando entre silencios, pláticas y risas. Los que pactaron el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) a contrapelo de su pueblo y con engaños, hoy quedan al descubierto, basta saber que entre 200 mil y 300 mil personas dejan de sembrar en el campo anualmente para ir a buscar fortuna más allá de la frontera, para saber que no se cumplieron sus promesas de bienestar y progreso. Estamos en campaña para obligarlos a dar marcha atrás.

Qué podemos hacer: lo que hasta aquí se ha dicho: sacar el maíz y frijol del TLCAN respaldados con al menos un millón de firmas; negarnos a que se siembren maíces genéticamente modificados con tecnologías poco probadas, primitivas y dañinas, buscar que la cultura del maíz se inscriba en la Lista de Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad y, sobre todo, dar a conocer a nuestros hijos, vecinos, compañeros de trabajo, amigos, todas las bondades que representa el maíz. Se ama y cuida lo que se conoce.

Leyenda de los soles

Entonces bajaron los tlaloques,Los tlaloques azules, los tlaloques blancos, los tlaloques amarillos, los tlaloques rojos,Nanáhuatl lanzó en seguida un rayo,entonces tuvo lugar el robode maíz, nuestro sustento,por parte de los tlaloques.El maíz blanco, el oscuro, el amarillo,el maíz rojo, los frijoles, la chía, los bledos(…)nuestro sustento,fueron robados para nosotros.



SIN MAIZ NO HAY PAIS

Riesgos de desaparición de variedades y razas nativas

Indígenas, custodios y mejoradores del cereal por generaciones

Eckart Boege

México y Centroamérica le han regalado a la humanidad 15.5% del germoplasma que se utiliza en el sistema alimentario global, y es el maíz el más importante por su enorme versatilidad en usos. Este reservorio genético único está vivo y ha sido adaptado y transformado constante e ininterrumpidamente durante 350 generaciones, por miles de campesinos, indígenas en particular.

En paralelo al cultivo del maíz de la agricultura industrial, la mayoría de los campesinos mexicanos siembra maíz indígena o nativo y varios en policultivo, en lo que genéricamente se llama milpa, conservando y desarrollando los recursos fitogenéticos originales.

La milpa es un conjunto de sistemas intensivos y semintensivos desarrollados sobre todo en las peores tierras, y los recursos fitogenéticos abarcan, según zonas y agroecosistemas, distintas razas y sus variedades de maíces, frijoles, calabazas, chiles, jitomates, tomates, quelites, quintoniles, huauzontles, epazote, acuyo, chayotes, chipile, verdolagas, amaranto, camotes, girasoles, chía, agaves, nopales, aguacates, algodón, frutas tanto tropicales y de áreas templadas, etcétera.

Pero con el marco legal nuevo –la Ley de Bioseguridad y la Ley de Semillas–, que fue cabildeado por las trasnacionales, las semillas nativas entran en riesgo de desaparición, lo cual es equiparable a la extinción de especies y ecosistemas. La primera ley remite sus salvaguardas a un reglamento aún no aprobado, y la segunda criminaliza a los productores que intercambien simiente afuera de los procesos de certificación de origen.

Control de multinacionales y prácticas campesinas híbridas. Del total de semillas mejoradas disponibles en México para cultivo comercial, 92% es de privados, principalmente trasnacionales; 5% corresponde a pequeñas compañías, y sólo 3% es de variedades del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), de alta calidad y libre acceso. El control de las semillas significa un negocio millonario, cuando debiera ser un bien público.
Las semillas de trasnacionales son de acceso restringido y con propiedad intelectual, y las nativas son de acceso abierto. Si se eliminan las nativas, las trasnacionales controlarían todo el mercado de recursos fitogenéticos en que se basa la alimentación mexicana.

Los maíces nativos están en su mayoría en las comunidades indígenas que cultivan unos 2 millones 863 mil 500 hectáreas, esto es, 11% de su territorio. De ellas, 2 millones 500 mil son de temporal y en su conjunto 43% son laderas de más de 10% de inclinación.

Estos maíces se encuentran en parte en los acervos de conservación ex situ. Sin embargo, es necesario que haya un ir y venir entre la conservación ex situ e in situ (en campo), y reponer aquello que se esté perdiendo en las comunidades.

No hay evaluaciones recientes del impacto de las políticas de globalización sobre la extensión de tierras en que se siembran las distintas variedades. Pero estudios puntuales revelan pérdidas importantes de germoplasma, agroecosistemas y procesos intelectuales que sostienen la agricultura campesina.

Hoy día ocurre una hibridización de prácticas en donde parte de la agricultura indígena utiliza elementos de la industrial (fertilizantes, semillas mejoradas, plaguicidas, mecanización profunda). Estas especies domesticadas han devenido variedades; los campesinos van sometiendo la milpa a las presiones evolutivas de un medio ambiente cambiante y megadiverso, y a las preferencias culturales.

Producir más con semillas propias. La agricultura bimodal, industrial y tradicional, exige un tratamiento no sólo en favor de la primera. México no es Estados Unidos ni Canadá, sino uno de los centros de origen y diversificación vivos más importantes del mundo. La mayoría de los recursos fitogenéticos domesticados es patrimonio de los pueblos indígenas, pero eso no lo reconoce la Constitución, y las leyes están favoreciendo a las trasnacionales. El tema es relevante, pues estamos en la encrucijada de definir estrategias para triplicar la producción para el año 2050.

La nación mexicana debe decidir si va a utilizar la otra tecnología (una biotecnología suave no transgénica) para generar 500 variedades adaptadas inclusive a los cambios climáticos, a partir del acervo genético vivo, único en el mundo, que no tiene precio, o ser presa de la erosión genética promovida por la comercialización de las trasnacionales, o bien el abandono inducido o no de las razas o variedades indígenas.

Debemos fortalecer el trabajo de las instituciones públicas de investigación a partir del acervo genético. Pero la tarea no es sólo de ellas. Es necesario un nuevo modelo de desarrollo del agro con amplia participación de los fitomejoradores(as) indígenas. Impulsar una política agresiva de conservación y mejoramiento in situ, además de introducir en las reformas del Estado y de la Constitución el reconocimiento de los derechos biológicos colectivos y de su custodia.

Investigador del Centro INAH Veracruz

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