El almuerzo desnudo de Carlos Zanón

 

Cuando estás abajo,
en un agujero,
las estrellas se pueden comer,
cocidas en un inmenso
plato de sopa.
Los ojos mienten, las manos no.
Quiero estar frío
en La Vieja Casa del Hielo.
Pero cómo no sorprenderse,
viéndote pedir fe al mundo
cuando tienes una iglesia ardiendo,
noche y día, en el corazón.
Quererlo siempre todo.
Quererlo todo ahora.
Los ojos mienten, las palabras no.
A un extremo del tenedor,
frío, de acero,
un trozo de salchicha untada
en económico tomate frito.
Solo, abajo, en el agujero,
esclavos del domingo, del lunes también.
Ya sabes,
La Vieja Momia de Madera,
mierda cuarteada, fardo glorioso.
Los ojos mientes, los hombres tampoco.

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