¿Quién habla? se preguntaba Mallarmé. La
respuesta del poeta fue recogida en sus propios términos por Michel Foucault en
Las palabras y las cosas: “En su soledad, en su frágil vibración, en su nada, es
la palabra misma la que habla, no el sentido de la palabra sino su ser
enigmático y precario”.
La palabra habla, sostiene
Mallarmé, que por poeta sabe de lo que habla. Y es que al ser dicha, la palabra
se vuelve cosa: una cosa vibrante, rítmica, sonora; una cosa que más que a las
otras cosas que señala o significa remite al ánimo y los sentimientos del que
habla. Hay palabras que golpean y palabras que acarician; palabras tersas y
palabras rasposas; unas ácidas, otras dulces, otras más amargas, algunas
ponzoñosas…
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