Ándate de regreso, me dijeron, masculla un hombre ya entrado en años cuyo pequeño negocio está cerrado, como decenas de ellos en la comunidad.
–¿Por qué?
–Esas cosas no pregunta uno. La mafia es mafia… mejor se devuelve uno sin averiguar más.
Otro de los hombres del pueblo, que se enfila ya al ocaso de su vida y por ahora se mantiene en el albergue de San Miguel, confiesa su aflicción por el destino de sus tierras y sus animales. Son su único sostén. “Ni modo que a mi edad vaya yo con el jefe y le diga que estoy listo para que me dé un chivo (arma) para trabajar y poder vivir”.“Ni modo que a mi edad vaya yo con el jefe y le diga que estoy listo para que me dé un chivo (arma) para trabajar y poder vivir”.
Cerca de la plaza de El Cubo, un anciano de rostro enjuto asegura que la turbulencia que padece el pueblo es cosa de Dios: “está escrito en la Biblia… Estamos en guerra”, dice con cierta dosis de tremendismo.
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