Considerado como uno de los primeros documentalistas en México su fotografía
posee, además de un valor histórico, otro artístico en la destreza y el manejo
de la cámara, así como una mirada romántica durante la decena trágica. De esta
forma, anuló las escenas que registraban eventos brutales como lo realizaron
algunos otros fotógrafos de la época, y retrató escenas balanceadas y bien
estructuradas, difíciles de conseguir entre los disparos, así como también captó
la vida cotidiana durante la Revolución mexicana.
Su obra habla del gran dominio tanto de los aspectos técnicos como artísticos
de la fotografía, lo que lo lleva a convertirse en maestro de un joven discípulo
que lo acompaño en sus excursiones fotográficas en los años 1920-1921: Manuel
Alvarez Bravo.
Brehme puede ser considerado como el primer fotógrafo moderno de México, y el
último representante de una vieja guardia, con mirada aún del siglo XIX.
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