Andrés Manuel López Obrador –
En mis recorridos por el país pude comprobar que en los últimos
tiempos se ha reactivado la explotación minera. Se trata de una actividad
dominada básicamente por tres consorcios nacionales –Minera México, Peñoles y
Grupo Carso–, así como por empresas extranjeras, sobre todo canadienses.
La privatización de este sector se ha llevado a cabo de manera silenciosa,
pero profunda. Durante el gobierno de Salinas se reformó el artículo 27 y se
concesionó a particulares, nacionales y extranjeros, la explotación de los
recursos mineros. Bajo el gobierno de Vicente Fox se ampliaron las concesiones
de 25 a 50 años, con la posibilidad de prorrogarse. Actualmente, se encuentran
concesionadas 24.5 millones de hectáreas del territorio nacional, superficie
equivalente a la extensión del estado de Chihuahua, el más grande del país. De
modo que, prácticamente, toda la superficie y el subsuelo con potencial minero
han sido enajenados para el aprovechamiento de unas cuantas compañías nacionales
y extranjeras.
Esta desaforada entrega de bienes de la nación y los altos precios de los
metales en el mercado internacional, propiciaron que la minería creciera más que
otros sectores de la economía. En materia de metales preciosos, la producción de
oro pasó de 6.2 toneladas en 1980 a 39.3 para 2007, un incremento de 533 por
ciento; la extracción de plata aumentó de mil 500 toneladas a 2 mil 311 (60 por
ciento); y en lo que se refiere a metales industriales no ferrosos, destaca la
producción de cobre y zinc, que creció de 414 mil a 762 mil toneladas (84 por
ciento en promedio).
Según cifras oficiales, el valor total de la producción minera en 2007 fue de
113 mil 429 millones de pesos. Sin embargo, esta bonanza ha generado muy pocos
beneficios al pueblo y a la nación. La actual explotación minera se parece mucho
a lo que pasaba durante el porfiriato, los dueños de las compañías se llevan
todas las ganancias, no pagan impuestos, los trabajadores reciben bajos
salarios, no cuentan con protección ni con la debida seguridad social, y los
sindicatos, con la complacencia del gobierno, están siendo tomados por las
empresas, independientemente del cuestionamiento que se les pueda hacer a sus
dirigentes.
Cerro de San Pedro y Mulatos: desesperación y resistencia
Los enclaves mineros son como pequeños estados dentro del
territorio nacional. Los dueños de las empresas dominan todo; tienen guardias
blancas, en los lugares más recónditos han construido hoteles y casas para sus
directivos, mientras que los obreros carecen hasta de lo más indispensable y los
pueblos donde se encuentra el mineral están en el más completo abandono. Visité
municipios mineros como Moris, Ocampo, Témoris, Chinipas y Urique, en Chihuahua,
y Tayoltita y Topia, en Durango, y tuvimos que transitar por caminos de
terracería en pésimas condiciones. A Tayoltita se llega después de cinco horas
de viaje por una brecha. El oro lo sacan por avión, hace cien años la mina era
explotada por norteamericanos, y ahora por canadienses. En Urique sucede lo
mismo, ahí se encuentra la mina El Zauzal en manos de la empresa canadiense
Goldscorp Inc, que es la que más oro produce en el país (alrededor de 9.5
toneladas al año, 25 por ciento de la producción nacional).
Los abusos de las compañías indignan y se repiten por todas partes; cuando
estuve en Sahuaripa, Sonora, pobladores de Mulatos, una comunidad de ese
municipio me pidieron con desesperación que les ayudáramos porque la compañía
canadiense Alamos Golden Inc, que explota oro desde hace cinco años, está
devastando el ecosistema, contaminando mantos acuíferos, arroyos y ríos,
causando la mortandad de peces y ganado. Incluso, tiene la intención de
desaparecer la comunidad porque debajo del poblado se encuentra la veta más
grande que pretenden explotar.
Lo mismo me manifestaron en Melchor Ocampo, Zacatecas, en Huizopa, Chihuahua
y en Cerro de San Pedro, San Luis Potosí. En este último municipio, sus
pobladores han dado una lucha heroica no sólo en contra de otra minera
canadiense Metallica Resources, sino del gobierno del estado y del federal. Allí
fue asesinado con vileza el presidente municipal por oponerse a la destrucción
del poblado y del cerro emblemático que aparece en el escudo del estado de San
Luis Potosí. En Cananea, Sonora, la complicidad entre autoridades y la Minera
México es absoluta; los trabajadores llevan año y medio en huelga, el gobernador
de Sonora mandó a la policía a reprimirlos, les cerraron el hospital, les
quitaron el agua; las autoridades laborales están entregadas a la empresa y, por
si fuera poco, el actual secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, era el
abogado de la empresa.
Quiero señalar que de ningún modo me opongo al desarrollo de la minería, creo
que es una fuente importante para la generación de empleos, pero es inaceptable
el modelo depredador imperante, sustentado en la sobreexplotación de los
trabajadores y de los recursos naturales. Es obvio que en Canadá no se permite
esta ignominia y siempre he pensado que progreso sin justicia es retroceso. Es
inhumano que a tres años de la tragedia de Pasta de Conchos, no se haya obligado
a los dueños de la Minera México a rescatar los cuerpos de los mineros, como lo
demandan sus familiares.
El absurdo del petróleo: vender naranjas y comprar jugo de
naranja
El petróleo es el principal recurso con que cuenta el país para su
desarrollo. Estoy convencido de que si se cuida y se explota de manera integral,
podría convertirse en el eje de la economía nacional. En mis recorridos por las
zonas petroleras me di cuenta de cómo se puede utilizar toda la cadena de valor
del sector energético –desde la exploración de yacimientos, la perforación, la
producción de crudo y de gas, la refinación, la industria petroquímica, la
generación de electricidad y el desarrollo de energías alternativas– para
proporcionar al consumidor ,y a la industria nacional, combustibles e insumos
baratos que impulsen el desarrollo y la generación de empleos.
Es absurdo que se siga vendiendo petróleo crudo, como materia prima, al
extranjero, y compremos casi la mitad de las gasolinas que consumimos, el 18 por
ciento del diesel, el 15 por ciento del gas LP y el 15 por ciento del gas
natural. Es como vender naranjas y comprar jugo de naranja. Esta irracionalidad
sólo se explica por el afán privatizador y los compromisos con empresas y
organismos internacionales. De ahí que haya sido fundamental el Movimiento en
Defensa del Petróleo.
El año pasado, con la participación entusiasta y decidida de miles de mujeres
y hombres, se pudo frenar el propósito de la derecha, de reformar las leyes para
entregar la refinación, el transporte, los ductos y el almacenamiento de
petrolíferos a particulares, sobre todo a extranjeros. Pero esto aún no termina,
continúa el acecho. Es mucha la ambición que provoca este recurso natural
estratégico. Sobre todo, debemos estar atentos porque quieren otorgar
concesiones a empresas petroleras extranjeras para explorar y explotar nuestro
petróleo en áreas o bloques exclusivos del territorio nacional.
Al igual que en la minería, pretenden que la zona petrolera del país se
divida en lotes, como ya se anunció en Chicontepec, Veracruz. Pero estamos
decididos a impedirlo. El sector energético debe estar única y exclusivamente al
servicio del pueblo y de la nación. Más temprano que tarde, vamos a cambiar la
política energética, que ha resultado un verdadero desastre. Sólo recuerdo que
si no nos hubiesen robado la Presidencia de la República, actualmente estarían
por terminarse las tres refinerías que necesita el país para dejar de comprar
las gasolinas y el diesel en el extranjero.
8 de cada 10 empleos son de empresas pequeñas
Además, estoy convencido que sólo convirtiendo al sector energético
en palanca del desarrollo nacional se podrá apostar a la industrialización del
país. Es innegable que mientras el precio de los combustibles y de la energía
eléctrica estén por encima de los costos en el mercado internacional, nunca
podremos ser competitivos. El sostener a la pequeña y a la mediana empresa, al
comercio y a la producción agropecuaria para la generación de empleos implica
ofrecer un paquete de insumos energéticos a valores accesibles. El objetivo debe
ser bajar los precios de las gasolinas, el diesel, el gas y la luz; y junto con
otras medidas de fomento, apuntalar a los miles de pequeños negocios que hay por
todo México.
Un dato: el 80 por ciento de los empleos en México están sostenidos por las
pequeñas y medianas empresas. Tenemos que alentar la creatividad y la vocación
productiva de los mexicanos. En todo el territorio hay pequeños talleres y
empresas familiares que sin ningún apoyo gubernamental se dedican a la
elaboración de muebles, utensilios para el hogar, huaraches, zapatos, monturas,
cintos, sombreros, ropa, salsas, dulces, panes, quesos, café y muchos otros
alimentos procesados. Hay infinidad de talleres de reparación. Sigue
sorprendiendo el ingenio de las mujeres indígenas en la confección de bordados y
tejidos, y de los artesanos de Olinalá, en Guerrero o de Zacoalco en Jalisco, y
de muchos otros que son creadores de verdaderas obras de arte.
Continúa viva la tradición prehispánica del comercio. Ahí están los mercados
que se establecen cada semana en Oaxaca, Puebla o Michoacán, y donde todavía se
practica el trueque. O los grandes tianguis de ropa y calzado como los de San
Martín Texmelucan, Puebla; Chiconcuac y San Mateo Atenco, en el estado de
México. No olvidemos que gracias a este espíritu emprendedor mucha gente ha
logrado anteponerse a las adversidades económicas; es más, si no es por la
economía informal –que consiste, sencillamente, en que la gente se busca la vida
trabajando en lo que puede– y por el fenómeno migratorio, ya hubiese habido un
estallido social en nuestro país. Nada de esto ha sido siquiera contemplado por
el gobierno usurpador, Calderón en vez de apuntalar las actividades productivas
ante el agravamiento de la crisis, sigue empeñado en proteger a los que lo
impusieron, a banqueros, grandes empresarios y traficantes de influencias. Se
autonombró el presidente del empleo y lo que hay es mortandad de negocios y
actualmente seis mil mexicanos están perdiendo sus puestos de trabajo cada
día.
Hacia una revaloración del turismo como industria
México tiene mucho potencial turístico. Lo más extraordinario son
sus sitios arqueológicos: su patrimonio histórico y cultural. Eso es lo que
realmente nos distingue como país. Y la dolorosa paradoja es que los grupos
indígenas, herederos directos de este pasado grandioso, viven en la pobreza y el
abandono. Estar en Tulum, Cobá, Chichen Itzá, Uxmal, Edzná, Calakmul, Yaxilán,
Palenque, Toniná, Comalcalco, La Venta, Tajín, Mitla, Montealbán, Tula,
Teotihuacán, Cacaxtla, Cuicuilco, Xochicalco, Paquimé, La Quemada, Trincheras o
el Templo Mayor, y tantos otros sitios históricos, es mirar con asombro el vasto
conocimiento de nuestros antepasados en ciencia, ingeniería, astronomía,
arquitectura, escultura, pintura, obras hidráulicas, agronomía y en organización
social y política.
Puede ser que haya otros países con playas tan bellas como las del Caribe
mexicano, pero ninguno tiene, además, tan importantes zonas arqueológicas. Por
si fuese poco, habría que agregar la arquitectura colonial, las reservas
ecológicas, la flora, la fauna, el paisaje y la espléndida y variada comida de
todas las regiones de México. Por eso el turismo debe ser más aprovechado para
generar empleos y obtener divisas, aunque cuidando siempre nuestro patrimonio
histórico y cultural, así como los recursos naturales y los derechos de la
gente.
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