Por:José Cueli
Los marginados;la espera y la desconfianza. Esa espera que no
tiene origen ni fin como olas del mar que se ondulan y ondulan y siguen a merced
del azar caprichoso. La magia, la idealización, el enamoramiento
cotidianoy la religión le permiten encubrir la espera con resignación y silencio.
La mente de los marginados destila un lenguaje (de espera) y de desconfianza y
unos símbolos diferentes a los del lenguaje literario de los habitantes de la
ciudad. Tan es así que uno de los problemas que será cada vez más agudo
consistirá en hallar la forma de traducir estos lenguajes que tienen la misma
construcción, pero diferentes significados, lo que estructurará, a su vez, un
lenguaje diferente.
El lenguaje de los marginados no coincide, salvo en algunas raíces, con el que
emplea la prensa, la radio, la televisión y los textos. Los marginados tienen su
prensa en las fotonovelas y diarios deportivos, básicamente imagen y pocas
palabras, como su vida. Claro que el lenguaje de los marginales no tiene por qué
ser igual al de las clases media y alta de la ciudad. El de los marginales viene
del campo con otro entorno y otras estructuras y desarrollos mentales que se
expresan en un lenguaje diferente.
Por otra parte, el lenguaje del marginal no es uno e inimitable, sino diverso
y múltiple, de acuerdo con las circunstancias y la variedad de los distintos
campos y culturas mexicanas. No existe un campo mexicano, y menos un campesino
mexicano en las distintas entidades, sino infinidad de campos y campesinos
mexicanos, con diferentes lenguajes, producto de desarrollos estructurados en
diversidad de relaciones y escenarios. Su denominador común es el choque
cultural con el lenguaje y símbolos de la ciudad, y una orientación en tiempo y
espacio igualmente distinta.
El lenguaje de los marginados, sin posibilidad de entender el lenguaje simbólico
de la ciudad (político), se desorganiza e inicia una vida continua de pérdidas,
sin entender tampoco el lenguaje de otros marginados provenientes de otras
culturas de nuestra geografía. Ante este sombrío panorama, lentamente aprende un
lenguaje con símbolos más sencillos que los de la ciudad, identificándose con
otros como él en la pasividad, la depresión, la violencia contenida, la
proclividad a expresarse sin sentido, la incertidumbre y el caos acompañados de
una corte de desnutrición y mortalidad infantil y la causada por la violencia
entre ellos. Los escenarios diferentes retroalimentan estructuras y formas de
ser y con ellas el lenguaje de unos y otros.
El lenguaje sencillo y natural de los marginados surge sin coyotes ni
intermediarios, y va de la penca del maguey al juego de garganta. El lenguaje
literario de la ciudad tiene infinidad de coyotes, líderes
charros e intermediarios y sus sindicatos y capillas, así como sus
avisos de ocasión y ofertas de empleo; y requiere de mucha química y modales
sofisticados pero izquierdosos, para llevar una cuba al paladar, acompañado de
la expresión de pensamientos que son paradojas y requiebros del lenguaje.
En cambio, al lenguaje de los marginados sólo se le conoce por fuera, pero sin
sentir su fuerza, intensidad ni significados: (ton’s qué, qué de qué, o qué; o
cómo de qué, yaaa…, mi carnal, no entiendo ni madres, qué onda) o sea la
disociación esquizofrénica de dos lenguajes que no encuentran su recíproca
interdependencia,
No hay comentarios:
Publicar un comentario