Así tituló Corina Salazar el sabroso libro que escribió sobre el maguey y su deleitoso néctar, el aguamiel, que va a dar nacimiento al pulque, esa bebida que fue brebaje sagrado en la época prehispánica y libación respetable hasta la primera mitad del siglo XIX.
Hace unos meses, con motivo de una visita a la pulquería La Pirata, escribimos una crónica en la que hablábamos de la historia del pulque y como la domesticación del maguey se pierde en los siglos. Mencionamos que los expertos hablan de que la elaboración de licor es contemporánea a la caída de Tula, alrededor del año 1057 y que en México-Tenochtitlán la bebida ya fermentada, que recibía el nombre de “octli”, no era de uso libre ni siquiera para los gobenantes, sacerdotes y nobles, quienes sólo podían consumirlo en ciertas fiestas y rituales.
Ahora el libro de Corina nos amplía la información de manera gozosa, ya que intercala los datos históricos con anécdotas, dichos populares, entrevistas a tlachiqueros, dueños de haciendas pulqueras, jicareros, propietarios de pulquerías, historiadores y, como regalo especial, las geniales historietas de Rius sobre el tema y su plano de “los sagrados reinos de don pulque”. Me olvidaba de un dato importante para los que disfrutan del buen comer, ¡tiene recetas!, ¿cómo ve unos merengues de pulque?
Otro acierto de la obra son las imágenes; fotografías antiguas de pulquerías que nos muestran como muchas eran sitios de prosapia, fotos actuales de personajes, como la tía Chelo, simpática jicarera que afirma convencida: “los de la tercera edad tomamos mucho pulque, por eso no nos enfermamos”; de haciendas pulqueras, del ferrocarril, que fue tan importante en los tiempos de gloria del “tlachicotón”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario