El santuario del Pulque

El santuario del Pulque


En el centro histórico de Xochimilco hay un itinerario en beneficio del júbilo del cuerpo que los peregrinos del octle recorren cada fin de semana. La llaman La ruta del pulque, y es que en la calle Francisco I. Madero hay cuatro santuarios ambulantes más El templo de Diana. Allí, en plena vía pública, los devotos se reúnen a chocar los jarros llenos con la bebida ritual que los ancestros ofrendaban sólo a reyes y dioses, pero que ahora está al alcance de cualquiera. Aquí, sólo puro de ajo, no hay curados de yerbabuena, nuez o avena. "Es pura medecina; la que necesita mi cuerpo", dice uno mientras arroja un alacranazo sobre el asfalto caliente. El acordeón y guitarra de Carmelo y Juanelo se dejan llevar por el embrujo hipnótico del albino brebaje de la diosa Mayahuel. El dueto incendia el ambiente con un desafinado, pero enjundioso soy el jefe de jefe señores/ y no lo digo por presunción. Como una especie de coro se oye salú compa, échelee. Alrededor, sombreros y largos bigotes desaliñados. Los escupitajos en la banqueta, miradas vidriosas. De dónde lo traen —pregunto a la vendedora—. De Santa Ana, Milpa Alta contesta con tono distante. A su alrededor la fiesta continúa; algunos piden medio litro y un taco de chile relleno o una orden de habas o quelites. La gente pasa sin interrumpir la alegría, efecto del elixir blanco. Una niña le dice a su mamá: Aquí huele bien feo, anda camina rápido. Los señores chocan sus jarros semivacíos y se apresuran a pedir otro, mientras la figura de la mujer con su hija se pierde a lo lejos entre humo de cigarro y la bruma del pulque.

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